El arte es una herramienta de inclusión social, especialmente entre colectivos vulnerables. Se ha comprobado que la participación en actividades artísticas no solo mejora la autoestima y la confianza, sino que también fomenta la interacción y el sentido de comunidad en jóvenes que enfrentan barreras económicas, sociales o culturales.
El teatro, la música o la danza pueden servir como medios para favorecer la integración, permitiendo que personas de diferentes orígenes compartan espacios de creación y expresión. Además, se ha demostrado que el acceso a la cultura puede ayudar a incrementar la empleabilidad y la implicación cívica de jóvenes en riesgo de exclusión. Incluso, la UNESCO ha destacado la importancia del arte en la educación para fomentar valores de igualdad y cohesión social.
El acceso equitativo a la educación artística sigue siendo un reto en muchos contextos, pero cada vez son más los programas que buscan democratizar la cultura y convertir el arte en un motor real de transformación social.